El titan de GE no inventó dichas revisiones; más bien las tomó prestadas del mundo de las finanzas, donde se busca comparar manzanas con manzanas y peras con peras. En otras palabras, es un método que permite hacer comparaciones en los mismos lapsos de tiempo.
En los negocios, no es práctico hacer comparaciones semanales, sobre todo si los salarios de tu administracion se pagan cada quincena y los servicios se pagan mensualmente. Las comparaciones mensuales tampoco no son buena referencia porque no son iguales entre sí; por ejemplo: este abril del 2025 tiene cinco semanas. Además, en nuestro país existen pagos bimestrales como el del Infonavit, por lo que un lapso trimestral empieza a tener sentido.
El lado oscuro de las Q
El creador de “Yank and Rank” (o la práctica de los despidos masivos) llevó esta lógica fuera del mundo de las finanzas y desarrollo una cultura de Rendición de Cuentas que permitió identificar y promover el talento de forma sistemática.
Pero también promovía un desgaste organizacional, principalmente por el estrés que generaban las revisiones, donde no solo se exponían resultados. Al inicio, estas sesiones impulsaron el enfoque a objetivos y la mejora continua. Sin embargo, con el paso del tiempo, las prácticas de manipulación de datos se hicieron comunes para evitar la guillotina corporativa. Del mismo modo, ocultar errores se volvió preferible a asumirlos. Los líderes no se enfocaban en aprender de los errores, sino en evitar fallar, que es completamente diferente.
Se cuentan en las leyendas de terror que los ejecutivos de GE dedicaban semanas completas a preparar estas reuniones, más por temor que por convicción.
El otro lado de la moneda.
Sin embargo cuando estas revisiones se aplican con criterio, apertura y una visión formativa, pueden convertirse en una herramienta extremadamente valiosa, no solo para las grandes corporaciones, sino también para las PYMEs, las microempresas, y hasta los emprendedores individuales.
Tu servidor trata predicar de predicar con el ejemplo por lo que si habrás notado constantemente tengo el espíritu de estas revisiones en distintos espacios, incluyendo algo tan aparentemente informal como mi newsletter mensual. Constantemente reviso qué temas son relevantes para quienes están frente a las empresas, veo como conectaron, cómo reaccionó mi audiencia, y cómo adaptar mis mensajes para que no solo informen, sino que emocionen, ilustren y generen reflexión.
La adaptación tiene que ir más allá de la teoría, sobre todo tiene que se practica y enfocada a la visión de largo plazo. Te comparto algunos ejemplos de la revisión de este Newsletter:
Mide lo que importa, no lo que es fácil
En el caso de este Newsletter, podría limitarme a medir cuántas personas abren el correo o cuántos clics hacen. Pero eso no siempre me dice si el mensaje resonó o si ayudó a alguien a pensar distinto. Por eso, observo otras señales: si alguien me manda en DM una anécdota, si alguien comparte el contenido sin pedírselo, o si una idea mía aparece más tarde en una conversación con alguien que lo leyó.
En un negocio es igual: no todas las métricas valen lo mismo. Hay que buscar las que te dicen algo útil. No importa si es el número de entregas a tiempo, el número de recomendaciones de cliente, o la cantidad de veces que alguien del equipo dice “gracias” al final del día. Lo importante es que esas métricas te ayuden a tomar decisiones reales, no a llenar reportes bonitos.
Incluye lo que no se mide fácilmente
Una de las cosas más valiosas que reviso constantemente es el tono emocional de cada reflexión. ¿Me sentí conectado con lo que escribí? ¿Me salió desde el deber o desde la curiosidad? ¿Estoy disfrutando el proceso o me estoy obligando a llenar una cuota?
Es lo mismo en un equipo de trabajo: hay que preguntarse cómo está la energía, si las personas están comprometidas o solo cumpliendo, si seguimos creyendo en lo que hacemos. Esto no aparece en los estados financieros, pero sí se refleja en el ambiente, en la toma de decisiones y en los resultados a mediano plazo.
Revisar para aprender, no para juzgar
La primera vez que revisé el desempeño de mi newsletter no fue para aplaudirme ni para regañarme. Lo hice para entender qué temas conectaban con la audiencia y, sobre todo, por qué. No se trataba de contar likes, sino de encontrar patrones: ¿qué publicaciones generaban conversación? ¿Cuáles me escribían para agradecer o comentar en privado?
De hecho fue de estas revisiones y los comentarios de un cliente los que me animaron a activar la opción de recibir pagos, que no solo ayudan a mantener estas publicaciones sino que es además es una forma de percibir que realmente estoy aportando valor a quienes me leen.
En los negocios, pasa igual. La revisión trimestral no debería ser una evaluación con el látigo en la mano. Debería ser una conversación con uno mismo (o con el equipo) para entender qué funcionó, qué no, y qué nos enseñó cada intento. Revisar no es castigar; es aprender.
Mide lo que está pasando allá afuera
Otra dimensión clave en una revisión trimestral y que muchas veces se olvida, es lo que está pasando afuera de la empresa. Porque no operamos en el vacío. La economía cambia, los hábitos de consumo cambian, las conversaciones en redes cambian. Medir lo interno sin mirar lo externo es como revisar el motor sin ver por dónde va el camino.
Un ejemplo claro: es estilo Ghibli de esta publicación. No fue una decisión estética al azar. Fue resultado de observar tendencias visuales, ver cómo se movía el algoritmo, sobre todo el saber que mi audiencia, que se que está saturada de contenido técnico, reacciona ante algo que transmite calma y nostalgia. Esa decisión no salió de una epifanía artística, sino de una revisión consciente del entorno: ¿qué está pasando allá afuera y cómo adapto mi mensaje para que llegue?
Para una pyme o un emprendedor, esto puede ser igual de útil: observar si tus clientes están cambiando sus hábitos, si hay nuevas regulaciones, si una tendencia global está llegando a tu mercado local. No se trata de reaccionar a cada ola, sino de leer la marea con calma e inteligencia.
Por último, revisa la historia entre los datos
Si algo me han dejado estas revisiones, es que los números no cuentan toda la historia, pero sin números, muchas veces nos contamos una historia equivocada.
Revisar no se trata de castigar ni de presumir, sino de reconectar con la intención detrás de lo que hacemos. Y en un mundo que cambia cada semana, tener una revisión trimestral con honestidad y con estrategia puede ser la diferencia entre navegar o solo flotar y seguir la corriente.
No importa si diriges un equipo de veinte personas, si vas emprendiendo solo, o si trabajas en una empresa que parece demasiado chica como para “ponerse tan formal”. Detenerte cada tres meses para revisar tu rumbo es uno de los actos más generosos (y más rentables) que puedes hacer.
¡Hasta la próxima!