Recientemente hemos estado viendo los nuevos trendies generados por las distintas IA. El último efecto viral se generó con la opción de ChatGPT de crear imágenes estilo Ghibli de una forma súper simple y sencilla; sin necesitar una cuenta de pago o desarrollar un promt especializado solo le tienes que compartir una imagen y pedirle que la dibuje al estilo del estudio de Miyazaki.
Los dibujos se hicieron virales, además no solo rompió sus propios récords de usuarios; comentaba en su cuenta de X Sam Altman el CEO de Open AI que en una sola hora se agregaron un millón de usuarios.
Al parecer a Grok (la IA incluida en la plataforma de X) no le importó o no entendió el comentario de Altman… o tal vez lo que estamos presenciando no es una guerra fría tecnológica, sino una verdadera carrera de creatividad y funcionalidad, donde cada empresa quiere ser la que te asombre primero.
El campo de batalla
Según el directorio AIxploria, hay más de 5,000 herramientas de IA disponibles sin costo, abarcando diversas categorías y aplicaciones. Parece que las grandes empresas pelean por ofrecer gratis sus servicios, pero en realidad, es una jugada estratégica. La realidad es que están compitiendo por lo mismo: tu atención y tus datos.
Igualito a Facebook. Es gratis, solo que en realidad el producto que comercializa no es la plataforma, sino nosotros, los usuarios. Mejor dicho nuestros gustos; son esos datos los que “vende” a quienes se quieren anunciar en dicha plataforma. Con esta tecnología es la misma gata, pero revolcada.
No es coincidencia que justo cuando una IA lanza una función sorprendente, otra responde con algo aún más llamativo. Esta dinámica no es nueva, pero en el caso de la inteligencia artificial, el ritmo es vertiginoso. Cada empresa quiere que uses su herramienta, que te acostumbres a su interfaz, que generes contenido dentro de su ecosistema. Porque quien logre eso, no solo gana usuarios: gana datos, gana relevancia y gana tiempo de entrenamiento para su modelo.
Entre más la usamos, más aprende. Y entre más aprende, más buena se vuelve y entre mas buena es más personas se unen. Es un círculo virtuoso… o una espiral de dependencia dependiendo de la perspectiva que le quieras dar. Pero lo cierto es que en este juego de titanes, el público general está recibiendo beneficios impensables hace apenas dos años. Esta guerra de titanes tecnológicos, lejos de ser un apocalipsis laboral, nos está dejando una serie de herramientas que mejoran la manera en que trabajamos, aprendemos y creamos.
Beneficios colaterales
Mientras los gigantes tecnológicos se lanzan actualizaciones como si fueran misiles balísticos, nosotros, los usuarios comunes, estamos recogiendo los frutos. Y no, no hablo solo de dibujos estilo anime. Estoy hablando de herramientas que antes solo estaban disponibles para especialistas o grandes corporativos, y que hoy cualquiera puede usar, incluso desde su celular.
Las herramientas de inteligencia artificial nos están permitiendo ser más productivos, más creativos y, sobre todo, más eficientes. Por ejemplo: puedes pedirle que lea documentos largos y te dé un resumen condensado o hacerle preguntas sobre el texto. O si tienes la idea de emprender le puedes pedir que te ayude a crear propuestas, presentaciones y campañas para impulsar tu nuevo negocio. O digamos que tienes una gran cantidad de datos que quieres interpretar pero estadística no es lo tuyo puedes apoyarte de esta tecnología para contar historias a partir de estos datos.
Obviamente los resultados que arroja en primera instancia no son 100% confiables. Aunque hablemos de “inteligencia” artificial, en realidad estamos hablando de sistemas que hacen exactamente lo que les pedimos… aunque no siempre de la manera que esperamos.
A ti te toca la parte mas complicada, la parte humana; esa que requiere sentimientos, empatía, sentido de humor y sobre todo valores. Por que de algo estoy seguro, a las IA les vale pepino si la información que te dan es verdadera o no.
Los “otros” beneficios.
Hace un par de semanas en otra reflexión, hablaba sobre guerra comercial y medidas de protección para la economía regional; sobre todo el tener conciencia y consumir lo que se produce regionalmente.
Pues bien, para que esta tecnología funcione se necesitan centros de datos con dispositivos muy avanzados, los cuales son fabricados localmente… si aqui en Regiolandia hay empresas colaborando en la fabricación de los equipos que se usan en los centros de datos de groq.
Como dijo Reagan: “Confía, pero revisa.
No puedes confiar en IA solo porque “funcione”, para llegar a ser confiable necesita aprender a reconocer sus errores, actuar con coherencia incluso cuando los datos son imperfectos y no perder el control si las condiciones cambian; lo cuál al día de hoy ese tipo de IA no ha llegado.
El problema es que ni siquiera entendemos cómo toman decisiones las diferentes IA que tenemos disponibles, lo cual genera desconfianza. Vaya, si entender al algoritmo de Youtube o de LinkedIn es complicado…
A eso súmale que puede perpetuar sesgos, ser manipulada por humanos que aprenden a “engañarla”, o incluso ser usada para fines poco éticos.
Así que no se trata solo de si la IA es buena o mala, sino de si podemos diseñarla para que sea verdaderamente confiable.
Para eso se necesita más que código: hace falta auditar los datos, establecer reglas claras, poner límites, y asegurarnos de que al final haya una persona responsable que supervise lo que está pasando. Porque sí, la IA puede ser una herramienta poderosa, pero como cualquier herramienta, todo depende de cómo y para qué la usemos.
¿Y ahora qué sigue?
No hay vuelta atrás. Las IAs están aquí y seguirán mejorando a velocidades vertiginosas. Pero lejos de entrar en paranoias y creer que nos van a desplazar del trabajo o que van a “despertar” y dominar el mundo estilo Terminator o Matrix.
Tampoco podemos dormírnoslos en nuestros laureles; la IA está marcando su lugar en la historia, así como lo hicieron las maquinas de vapor, la luz, las computadoras o el internet.
El reto está en aprender a usar esta tecnología, sobretodo aprender a convivir con ella. No para que haga todo por nosotros, sino para que nos ayude a hacer mejor lo que ya sabemos hacer. La diferencia la va a marcar quien sepa usarla con criterio, con ética y con creatividad.
¡Hasta la próxima!